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Carlos López Dzur
TEXTOS SUELTOS / LIBROS DIVERSOS
El ¡ay! del yo lírico-amatorio
1.
«La necesidad genética puede ser considerada una necesidad de evacuación; la elección está determinada por unas sensaciones que hacen más agradable la evacuación de los productos sexuales»: A. Hesnard
alcahueta de miserias amatorias, Trotaconventos
de cada bella(quera) verraca de líbido!
¿qué podemos hacer? cuando las adolescentes,
las adultas... las viejacas, rezuman sus besos
por cada poro y a veces los ven volar
cual mariposas que no encuentran la flor,
como suspiros que no encuentran el cariñoso dato
cuando más saturadas está el alma de hormonas
y más hambrienta de besos...
¡Ay, díme si es por riqueza de Eros,
o si porque Cupido no acerta el flechazo
y el varón es rata de dos patas, o su cuerpo
es de sapo que croa en el lejano pozo,
donde no existe el príncipe,
eso mozo digno de quererse,
ese amigo digno de ser besado.
Dímelo, sicóloga de amores, adivina
de palabras, maga-hechicera de sortilegios.
Se han vuelto demasiados los poemas
a la carne, textos a los deliquios,
mis menciones de noches pasionales...
Ayúdame, consejera sentimental,
reparadora de orgasmos, veterana de líbidos,
a organizar el placer que nos provoca
(a nosotros, pobres poetas de todos los sexos
y avatares) a que fluya esta emisión
de productos sexuales.
Casi todas las palabras que yo encuentro
en los textos, ¡ay! se repiten como rimas
de amor, se unen a caravanas
de nómades hambrientos de ternura,
se urden para verte y que ofrezcas consejo,
Gitana, con naipes marcados
de consuelo y ases de corazones.
¡Ay! ¿quien capaz fuera como Abu Chafar
ben Said, y uniera el agua con el fuego
y ofrezca consejo a Calixto y Melibea?
Sé tú en su lugar, Mujer Libre de dudas
y Casamentera de los atormentados,
quien a la reclusa de amor por doncellez
la redima, o en el cesto de su compra
ponga magia, la cita a ciegas
con quien dará caricias y susurre la palabra
más dulce y sincera.
Tira el panal, Celestina, y que no escape el deseo
de la abeja, pero que se coma miel
a ojos vistos o a escondidas,
¡ay, qué enamorado amor pica en los huevos,
qué humeda tibieza se esconde
debajo de la falda,
qué aromoso misterio mortifica las bragas,
que la Poesía ya no sabe
cómo callarse toda su gana de amar...
sin que nada nos joda
ni el laúd silencie su lujuria
ni el tocado de plumas de la joven risueña...
Haz el momento mágico en medio
de los oscuros y sombríos muladeres
del encuentro caravagista:
ella quiere ver a «Gerardo de la noche»
y sentir sus buenas intenciones,
si con él hay futuro, o sólo simulacro
por apuradas pasiones; ¡ay, cómo es líbido en pote!
cada palabra cómo infecta la lengua que canta,
o los dedos que escriben, con todo vaciamiento
en iemanjá de zamba para el gozo
y la pomba-gira, escandalosa...
como nalga...
¡Ay, LocaLorca, lo caliente no se quita.
Mi caballo negro está fuera de control
pues ha visto la rosa, ay Carol Baker,
tanta líbido, naufragada en la colcha,
y facilita de amar te he visto en Baby Doll...
Todo me habla sobre ti, Misterio Voluptuoso,
espasmito de biología, ansiedad metafísica
de mis progenitales versos, un cuadro,
un jardín, una película,
una suave melodía...
turgencia de órganos bellos, disfraz
de palabra coactiva, incentivante
del qué sé yo
que es el ¡Ay! del yo lírico-amatorio
en aras de evacuarse
intensamente inmoralista.
03-11-2004 / De Estéticas mostrencas y vitales
La Santa Alianza fue concertada en París en 1815 entre Rusia, Austria y Prusia, para sofocar las aspiraciones nacionalistas de las pequeñas naciones subyugadas.¡Será cosa de ver!
... si ése que viene a ti,
dándote aliento con la virtud
de sus muchas prohibiciones,
si ése que al hacha tuya la conmina
deténte, surte su consuelo.
O convence.
En la sombra de la cueva te retuvo
y todavía él mismo obedece
a cinco dedos que son cinco sentidos
impuramente honestos,
consoladoramente adquiridos
en miopía y tradición de rebenque
y azote sinarquista
con placer escabroso.
¡Será cosa de ver
su Santa Alianza con la Mano Invisible
que te ahoga! ... Ahí está
con la ruleta rusa en París
y el gatillo, dispuesto a disparar
a las núbiles sienes, inocentes
y en congoja.
Con la prusiana disciplina
de cinco dedos puñeteros, frota el pene.
Con austríaca vanagloria
se vacía y echa sus mecos
en el decoro ajeno.
Será cosa de ver cuando digas tú
quiero naciones soberanas
y a mis hijos con poder sobre las llamas.
07-09-1989
*
¿En nombre de qué amor
hablaste de las verdades, Montano,
si sacaste el tuétano a la vida,
si en árbol carcomido
transformaste esta siembra humana
que me asedia zurriendo
broncamente
con su homicida alarde?
A las ramas y semillas
sobran los tuecos, agujeros,
y un viento del siglo, sin oriente,
el tronco de mis árboles maldice
y, más allá, a las sombras de reposo.
Los sinarcas, armados con sus lesnas,
me han cercado, me han quitado
esta raíz que eludió dar sus votos de reata
(ya piensa, ya bendice, este corazón
tan ultrajado y prohibido).
Estoy con el vetarro de mis huesos,
añorante de días
y propias cuentas y hecho un mico
con espíritu noctívago.
Busqué el monte, sin temor,
la piedra para extender el alma
y alargar la razón de mi ser
y aceitar la mañana.
Pero, ¿quién eres,
hijo de montanada, con qué amor,
si alguno, se escribieron días del fin
del hombre sobre el mundo,
con qué carcoma santa
rechazaron las nupcias de la sustancia
con sus cielos, de qué verdad
o torpe vademécum leyeron su mentira
y me echaron de mis montes trascendentes?
Absolutas y mortales
son tus desgracias, tus blasfemias,
me predican, tu Hacha
es la que hiere geometrías.
Tu voz es la que mata
al Cristo ultramontano.
*
Rescataron el poder
con cada mando simultáneo.
La autoridad absoluta fue del Papa
y vino él, al llegar estuvo
cuando cargué mi niño como ofrenda.
En su nombre, me dijeron:
¡Déten el hacha, hijo de la reala!
¡No lo mates, no regreses al seno
del Dios puro, no dés un paso más
que no mereces tú la trascendencia!
... la intolerable estupidez de la virtud: Nicolai BerdiaevEl bien no es un valor absoluto.
Cállense, moscas placeras,
vayan y posen al carajo,
que las normas farisaicas
me mutilan; y el padre está
cargando su virtud
de pequeñarra estampa
por soledades sin caminos,
por su alma.
Vayan donde yo no les vea.
Que me condene solo
y no por oír a los vecinos
del postín, el antojo y el chantaje.
Yo no puedo orar
en las tinieblas, quiero la luz
más alta que la llama.
A mi dolor lo acostaré
sobre el pedrejón duro y ardiente
donde soy yo mismo el padre
y mi dolor, el hacha
que gritará este mandato descorazonante:
¡mátalo a cuchilladas con tu mala sombra,
sean sin condición las cosas ofrecidas y sagradas!
El oblata no es tutela legítima
(que alguien te ofrezca
por obligación civil
ya admitida y declarada)
ni aventura que allanará
el sendero numinoso
ni fácil consolación
cuando te duela corazón y vida
ni absoluto omniconclusivo,
justificativo del acto
y el campo de batalla.
05-22-1989
SEDUCCION
Tú, tú, hechichera, me tienes por cómodo bocado
de tus besos, adormecido encima de tu ombligo.
Del vino de tus lagares, ebrio, atontado.
Circe, me embriagaste, me ataste
a tierra, agua, aire y fuego.
Ahora tus caricias son como licores,
neurotoxinas de deliquio, tus perfumes...
y olvidé mi casa, mi ruta, el desafío,
y ¿cómo decirte no,
dáme el regreso, díme quién soy, desátame...
si me encantas?... si me tienes al pie
de Tu placer terrestre,
fascinado con todos los sentidos
como si fueras ya la plenitud y no lo eres,
¿qué hiciste pues con mi destino?
La luz es como una penumbra
en la neblina de tu profundo arraigo
y en tus mares, estoy oleado
por placeres, ¿qué es Itaca, sílaba lejana?
¿es todavía Ulises / Odiseo / mi nombre?
... porque estoy encantado. Y sobre tus muslos
seguro, atacado de suaves manos
y el roce de tersa piel de tus espléndidas nalgas,
retrasado en regresar si que el regreso lo debo,
anticipado al huir, si que algún otro me rumbo
fue el mío y se llama desde el lugar que olvido...
¡Ay, cuerpo de Deseos, me gratificas
de Sur a Norte, me satisfaces
en los Vientos del Este,
me arrastras a los sórdidos esplendores
de tu Occidente! Energía venérea vencíste
los poros, me sudaste, músculo por músculo,
con la gracias de tus avideces.
Eres el banquete del mediodía
y la lujuria avasallante de la noche,
vino añejo tu saliva. Salud veo en tu casa
con tus apariciones con senos descubierto,
tu vientre y su montículo peludo.
Todo perfume se exhala de tí como lavanda de luna
y jazmín, tu menstruo encendido.
Tu caricia es mi ritmo.
Tu corazón en tambores.
Por tu cadera gimo de entusiasmo y verso
como un toro que piafa desde el alma,
por tu causa acosado.
En el lecho fortalezco el derrame,
porque te dejas vencer, sin desplaste
y sumada al mutuo orgasmo.
¡Ay, Circe, seductora!
Con una sonrisa me díste las prisiones.
Con amable palabra me echaste a tus pies,
herido de estocada, como en amores.
Me alcanzaste cuando no lo espera.
Como a león de mansa complascencia abriste
mis quijadas, me ataste con un collar de flores.
Simpática mujer, en recompensa material,
no te soy poco. Venus te dio el Anima
y a mí mismo me pasaste el Animus
y Yin pasivo hicíste de mi guerrero el martes.
Lo que tú anhelas te doy,
no cosa del otro jueves.
Con negación de lo que yo quise
(a mi deber ya no quiero).
Deseo únicamente lo que sea tu deseo
semana tras semana, lloviendo meses
y años, y muchos días de ollas y cantares.
¡Cómo te las ingenias tú, ay no sé,
pasivo yin del Deseo
si todos tus caprichos son los que te dan
los otros, cómo, carente Venus.
Con tu hermosura desatas experiencia obligante
que enriquece, o doblega, o encorajina
para sacar el valor de adorarte,
esclavitud de servirte!
05-02-2005 / Las zonas del carácter
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